Friday, June 28, 2013

La Madre de Dios

La Madre de Dios

Iluminado
Iluminado tenía solamente 8 años cuando decidió escaparse de su casa en Xapuri, Brasil.
Xapuri estaba escondido en la selva brasileña al margen de todos los adelantos modernos y de los progresos de la agricultura. La población seguía cultivando mandioca y batata como los antepasados y vestian con trapos transpirados por generaciones. La vegetación tan espesa hacía que pocos se atrevieran a cruzar, por lo que la comunicación con el exterior era casi inexistente.
Su madre, Consolacion, tenia otras bocas que alimentar y, al ser Iluminado el mayor, raras veces era una prioridad, por lo que se habia acostumbrado a cazar, pescar y sobrevivir por su cuenta. Con suerte, muchas veces el río le regalaba mas de un pez que llevaría a la casa para alegría de Consolación. Como agradecimiento, Iluminado, tiraría parte de su cena para alimentar al dios del río.
Iluminado era alto y esbelto para su edad y tenía grandes ojos negros que parecían nunca cerrarse. Su mirada tan firme y decidida tenia el poder de apoderarse de los peores secretos. Era callado y un muy buen confidente y siempre sabía por adelantado quien vendría a contarle sus devenires. La edad de Iluminado no era muy importante y la gente del poblado de Xapuri sabia acudir a verlo para despejar sus almas de tanta tristeza y desasosiego.
Iluminado escuchaba atentamente y jamás interrumpía, porque sabia que nada que dijera cambiaria el rumbo de lo que ya habia ocurrido, simplemente se sentaba en el suelo, con sus piernas cruzadas y miraba a los ojos casi sin pestañear, luego lentamente comenzaba a levitar con lo que se sabia, los pedidos habian sido escuchados.
Iluminado no creía en la Santería ni en ningún rito de vudu tan populares en la jungla brasilera.
Su madre Consolación lo habia educado en un catequismo radical en el que la infracción mas insignificante a la palabra de Dios lo convertían en un hereje y candidato exclusivo para el infierno eterno. Consolación había sido educada en su infancia por un grupo de jesuitas de paso que no estaban totalmente enterados la Inquisición habia terminado, ya que se habían enterrado en la jungla amazónica. Fuera de todo contacto con el resto de la jerarquía eclesiástica, continuaron su predicación casi sin interrupciones y en Latin, que complicaba un poco la interpretacion de la Santa Biblia. Los castigos desproporcionados y esporádicos que solo desparramaban más terror que una plaga de termitas era lo único que interrumpía la predicación. Iluminado, ensimismado por tanta teología hecha en casa e indiferente a las amenazas del fuego eterno, decidió escabullirse una noche hacia la frontera.
Simplemente se levantó de su catre y comenzó a caminar hacia el sur. Su paso era lento pero consistente. Se detuvo al llegar al barroso borde del río. El río Madre de Dios era ancho y copioso, con vegetación exhuberante y aguas turbias. Cruzar el río nadando no era imposible pero muy riesgoso. Las aguas turbulentas tenían gran poder y avanzaban violentamente dejando un rastro de basura y pirañas a su paso.

Iluminado, con su sabiduría más alla de sus años, se sentó a la orilla a esperar alguna balsa pasajera que lo llevara al otro lado. Esto requería que estuviera preparado a saltar al agua a la menor indicación de peligro, ya que muchos de estos balseros eran “garimpeiros” .
Los garimpeiros eran mineros no catalogados con aspiraciones a guerrilleros. Tenían una filosofía extraña que mezclaba la mitología con los mercados de valores de commodities. Los garimperios no seguían las fluctuaciones de los minerales en Wall Street pero sabían que siempre había compradores disponibles, por lo que devastaban todo lo que se les ponía en el camino. Eran grupos pequeños pero con gran poder destructivo, aplanando una jungla en pocos días sin dejar una ramita en pie.
Iluminado conocía de los garimpeiros y su peligrosidad ya que los había visto en acción cerca de su asentamiento. En esa instancia, los padrecitos lograron convencerlos de dar la vuelta pero Iluminado nunca olvidaría esas caras de ciega ambición y hambre de poder. Sobre todo recordaba a quien llamaban “el Corto”.
El Corto había decidido dar la media vuelta en una oportunidad hacia un tiempo pero habia prometido regresar. Iluminado, que en esa época no tendría mas que cinco años, notó la renguera prominente y muy prontamente pudo descifrar que El Corto era un hombre de muchos secretos y indescriptible maldad. El Corto no prestó mucha atención a los niños que los rodeaban en esa instancia, pero cuando deparó en Iluminado levitando en una esquina, se detuvo, lo miró con terror, ocultó su temor en una carcajada y comenzó a gritar instrucciones incoherentes a los confundidos subordinados que tampoco podían creer lo que veían y desaparecieron sin dar señales.



Ocultándose en el borde del río, Iluminado volvía a recordar esos días. Siempre supo que su camino se cruzaría con el del Corto. Esperó sin apuro a que se aproximara una balsa. Al cabo de cuatro días lo levantó un grupo de aborígenes que se desplazaban hacia el sur. Iluminado sólo les pidió que lo cruzaran al otro lado del río. Al bajar de la balsa, agradeció a los balseros con dos piñas frescas que recibieron agradecidos.



Al cruzar el río ya se encontraba en Madre de Dios, una zona de gran pobreza e inigualable riqueza.
Iluminado no tenía un plan de acción, simplemente sabía que tendría que seguir caminando. Ni la jungla ni los sonidos nocturnos lo asustaban. Dormía sin problemas en el suelo húmedo y usaba hojas de plátano para cubrirse. Asi pasaron tres días en la ruidosa soledad de la jungla. En la madrugada del cuarto, escuchó el paso seguro de un grupo de hombres. Por la consistencia de la pisada, Iluminado sabía que usaban botas por lo que dedujo se trataría de garimpeiros o traficantes de drogas. Conocía a ambos grupos y les temía ya que eran famosos por aniquilar tribus enteras sin piedad y en pocos minutos.
Iluminado trato de escabullirse pero fue presa fácil para Rogerio que poseía un sexto sentido cuando se trataba de niños y podia olfatearlos a millas de distancia. Rogerio media más de dos metros de altura y apenas comía, por lo que tenía una expresión cadavérica, una ausencia curiosa de dientes y su cuerpo era solamente una colección de huesos crujientes. Poseía una cicatriz sobresaliente sobre su ojo izquierdo que impedía que su ojo se cerrara por lo que, aún dormido, parecía despierto y alerta con ese ojo siempre abierto.
Rogerio era esquizofrénico no diagnosticado, ya que en la vida de la jungla se desconocen los términos psiquiátricos por lo que se lo conocía como “El Chiflado”.
Una vez atrapado por El Chiflado, Iluminado sabía que no podría encontrar una escapatoria fácilmente así que decidió tomarse su tiempo para estudiar a este grupo de individuos. Una sola mirada a Rogerio fue suficiente para Iluminado quien pudo ver toda la tortura y el odio que tenia guardado detras de esa imagen escalofriante.
Rogerio lo había agarrado tan desprevenido y en forma tan agresiva que Iluminado no tuvo tiempo para reaccionar y sin darse cuenta se encontró en una jaula subterranea Iluminado sabia que todavia le faltaba conocer al general manager o director de operaciones de este grupo subversivo.

Cuando Rogerio le hizo saber a el Corto que había capturado a otro niño, el pequeño líder comenzó a salivar ya que sabia que los niños se convertían rápidamente en los mejores soldados.
Rogerio le presentó su nueva adquisición con orgullo y gran fanfarria, no imaginándose jamás la reacción de el Corto que al ver a Iluminado empalideció, comenzó a tartamudear y se adentro en el medio de la jungla sin explicaciones.
Iluminado se sonrió para adentro ocultando el miedo que ese enano le producía pero sabía que había otro enano mas peligroso que finalmente lo enfrentaría.

Consolación
Consolación habia sido bautizada en secreto de pequeña. El Padre Enrique había agotado todas sus armas teológicas con la madre y decidió tomar a la niña y sumergirla histericamente en el Rio Madre de Dios para asegurarse las bendiciones llegaran sin confusiones a tan oscuro agujero del mundo. Sus comunicaciones con Dios estaban momentaneamente interrumpidas pero era muy bueno disimulando la turbulencia espiritual por la que estaba pasando, por lo que ninguno de los padrecitos hubiera podido adivinar que su líder estaba en crisis. La jungla tenia un poder atrapador para los vicios más humanos y vulgares y tanta vegetación mas los mosquitos y las tarántulas destrozaban el auto control de cualquiera.
Consolación apenas sobrevivió al bautismo y nunca fue la misma. Según el Padre Enrique, la niña habia visto la luz de Cristo y su alma estaba limpia, según los lugareños, la niña sólo habia sobrevivido al bautismo gracias al “deus du rio” que la escupió antes de que muriera ahogada. Consolación, insegura de cual de los dos dioses tenía más poder sobre ella, optó por Jesus ya que según el Padre Enrique, Jesús queria a todos por igual mientras que el “deus du rio” los prefería gorditos, según la leyenda local .
Una oportunidad había sido más que suficiente y prefería no acercarse mucho de ahora en más por las dudas de que se arrepintiera y la tomara de vuelta. El hecho de que un solo bautismo alcanzara una eternidad le venía de dedillos para no tener que repetir la traumática experiencia. Era más sencillo escuchar y no preguntar y a eso se dedicó por los siguientes 15 años.

Rogerio
Rogerio había nacido en Cusco,Perú, hijo del poderoso y sumamente ostentoso Don Ramón Castillo y de Doña Elena Gomez Salazar.
Rogerio era el mayor de cuatro hijos varones de los que Don Ramón no estaba para nada orgulloso y continuaba, aún después de 15 años, recriminándole a la pobre Doña Elena de que sólo le habia dado hijos idiotas e inservibles. Los cuatro varones: Rogerio, Esteban, Juan Carlos y Manuel, se habían malcriado como cualquier niño adinerado con sirvientes para ocuparse de todos los caprichos y una madre llena de culpa y sin nada útil que hacer que vivía atrapada en la depresión de saber que ni uno de los cuatro sería capaz de continuar el legado de Don Ramón y hacerse cargo de la hacienda.
Dona Elena, anciana para sus cuarenta años, pasaba sus días apoltronada en su cuarto de bordado, siempre con sus cortinados cerrados y sin acercarse a la luz del sol. Esto hacía que su palidez asustara a más de una visita y por lo tanto pocos se atrevían a pasar por la hacienda.



Don Ramón, con sus cuarenta y cinco años, era vigoroso y un gran jinete. Alto y robusto, los años de sol y actividad fisica lo convertían en un adonis sudamericano. Su destreza al galope sólo se comparaba con su destreza con las fraudulentas transacciones. Su fortuna venía de generaciones pero él, en su corta vida, había logrado expandir su imperio a actividades riesgosas que le traían muchas ganancias y le habían ganado muchos enemigos.



Don Ramón tenia una gran fascinación por el oro y los metales preciosos y desde pequeño habia encontrado maneras de contratar lugareños muertos de hambre y desesperación para que le buscaran oro en la jungla de Madre de Dios.
Con los años, su hobbie se había convertido en obsesión y ocupaba todas las horas de su día. Siempre estaba desarrollando técnicas para apoderarse del oro de manera más económica y con menores accidentes. Aunque no era de gran inteligencia, Don Ramón era creativo y astuto y sus técnicas de minería ilegal se habían vuelto mas sofisticadas con el paso de los años y los avances tecnológicos. Su pequeño grupo de peones de los comienzos, ahora, después de 25 años, era un organizado grupo de garimperios que producían 400 kilos de oro por año dirigidos por el temido Volcanito.
Don Ramón había desarrollado una pequeña producción de joyas y artefactos que se contrabandeaban a los Estados Unidos con ganancias escandalosas. Don Ramón era superficial y extravagante en su manera de vestir y lucía la mayoria de sus joyas diariamente por lo que los trabajadores secretamente lo llamaban “el gansta Don Ramón”.
Rogerio conocía la hacienda en toda su extensión y también a los garimpeiros que su padre contrataba hacia años. Las expediciones eran secretas e ilegales ya que Don Ramón no tenia ningún respeto por la naturaleza, el rainforest, la capa de ozono ni los politicos. El alto rango obtenido por su fortuna no le habia ganado ningún favoritismo con el partido gobernante en todos estos años ya que Don Ramón era famoso por sus violentas reacciones, su caracter autoritario, patotero y patriarcal, sumado a su extrema tacañez por la que se negaba a aceitar a ningún político, no importaba cuál fueran los negociados que le ofrecieran.
Rogerio, criado por una cocinera brasilera y una institutriz francesa, hablaba tres idiomas y podía hacer los cálculos más complicados sin usar ni papel ni lápiz pero a la vez raramente se le escuchaba la voz. Debido al terror que le tenía a su padre, comía como con urgencia y se excusaba con prisa de la mesa, hábito que le provocó una pérdida de peso despiadada convirtiéndolo en una masa de huesos.
Nadie, y aún menos Dona Elena, notó que el muchacho palidecía al ver al padre ni que lo evitaba a cualquier instancia.
Dona Elena, indiferente a sus cuatro hijos, jamás levantaba la vista en la mesa y también engullía rápidamente las comidas, lo que en su caso sólo ocasionó que aumentara de peso y se convirtiera en una bolsa de grasa, cosa que enfurecía a Don Ramón y lo incitaba más a sus escapaditas al cuarto de Rosalia.



Rogerio era como una sombra, ensimismado constantemente por los libros y sus misteriosos cálculos que nadie entendía. Se movía cual gacela con pasos largos y rápidos, sin emitir ningun sonido. Don Ramón poseía una voluminosa biblioteca llena de primeras ediciones jamás leídas heredadas de sus antepasados como muestra de su riqueza y poder. Rogerio absorbía información indiscriminadamente y mantenía notas minusciosas, catalogadas por tema. Sus areas de estudio preferidas eran la botánica y las ciencias. La literatura y la historia sólo le servían para obtener ideas de cómo cortejar a una mujer y aprender de los grandes conquistadores.



En una de esas noches de excesivo alcohol y furioso por la pérdida de uno de los cargamentos de oro desde Madre de Dios, Don Ramón se cruzó con Rogerio y le estrelló una botella de whisky en la cara sin ninguna explicación. Rogerio, incapaz de controlar la furia que ese ataque innecesario le produjo, agarró a su padre de la nuca y lo revoleó contra la pared. Rogerio, con sólo 14 años, jamás penso podria enfrentar a su padre y aún menos levantarlo en el aire, pero Don Ramón estaba extremadamente intoxicado y totalmente incapaz de defenderse. Rogerio salió corriendo hacia la casa donde Dona Elena, al verlo en semejante estado, desfalleció con muy poca elegancia en el piso grasoso de la cocina. Rosa, la cocinera, enseguida remendó el corte profundo de la parte superior del ojo pero su falta de maestría en la costura hizo que al cicatrizarse la herida el parpado no cerrara bien y el ojo quedara permanentemente abierto. Al cabo de unos dias, cuando Rosa se dio cuenta de la atrocidad que había cometido, desapareció una noche y nunca más se la vió. Por su parte, Don Ramón, encontraba la nueva apariencia de su hijo espeluznante y lo echo de la casa a patadas. Dona Elena, al ver a su hijo huir sabiendo que no volvería a verlo, se encerró en su cuarto y duplicó la cantidad de velas en su altarcito a la Mamacha Belen, patrona de Cuzco e inevitablemente, en sus horas de plegarias y novenas, no se percató los pesados cortinados envueltos en llamas. Nadie llegó al rescate de la pobre Dona Elena. El fuego no se extendió al resto de la finca, cosa que intrigó a Don Ramón pero no le quitó el sueño. Dona Elena habia muerto la buena muerte, como una fiel Juana de Arco y, a los ojos de Don Ramón, eso era una bendición en más de un sentido.

Rogerio, se esfumó tan rapidamente de la finca que no vió ni el fuego ni jamás se entero del final bíblico de Dona Elena. No tenía duda de que un solo destino lo esperaba: Madre de Dios y una calculada venganza contra su padre y las minas de oro ilegales. Rogerio sabía de los garimpeiros y las coordenadas de los diferentes asentamientos, era muy conciente de los riesgos que corría pero estaba decidido a destruir a Don Ramón y su fortuna. Su mayor obstáculo era el evasivo Volcanito y según se imaginaba, la noticia de su escapada ya había llegado a oidos del maldito enano en permanente erupción.

Desafortunadamente, el Corto y sus seguidores encontraron a Rogerio y capturaron sin saber era el heredero de Don Ramón.
El Corto era un hombre muy violento y de pocas pulgas, hablaba en monosilabos y en situaciones de gran stress ni siquiera hablaba. Sus subordinados no necesitaban instrucciones, eran un mini ejercito lleno de papanatas pero sumamente eficiente.

Padre Enrique
Enrique no habia sido siempre Padre. Aunque se había criado con los Jesuitas en Misiones, Argentina, su sueño, una vez terminada su educación, era convertirse en arqueólogo y descubrir tesoros ocultos. Los jesuitas en su incesante predica por territorios inhóspitos por tantos años, habían acumulado una gran colección de objetos indígenas de origen incierto en muchos casos, pero que Enrique sabía tenían gran valor histórico, sin embargo estaban fuera de su alcance ya que los niños no tenían ningún privilegio pero interminables obligaciones entre las que contaba una educación religiosa extrema que milagrosamente no llegaba al fanatismo pero eso era sólo cuestión de opinión.
Enrique desde pequeño supo que de la única manera en que sus ambiciones de arqueólogo se concretarian, seria ayudado por los hermanos jesuitas.

Los catequistas a cargo de Enrique tenían grandes expectativas al ver su dedicación y desempeño a traves de los años. Poco sabían de que el niño ya a tan temprana edad tenia otras intenciones.
Enrique ya tenia 14 años cuando los padrecitos decidieron tendría que elegir entre la vida civil o el servicio al Señor. Enrique engatuzó a todos con su falsa santidad y estudió por años religiosamente hasta consagrarse y esperar su destino. Enrique, cuanto más leia, más descubría que los jesuitas poseían información que contrastaba con la educacion de la iglesia católica y eso lo incitaba a leer aún más ya que un nuevo mundo se abría a sus ojos. Su aspiración era ser asignado a unos de los centros culturales del mundo donde podría dedicarse a sus estudios sin interrupciones. Sin embargo, el súbito y sangriendo ataque a los cinco padrecitos en Xapuri hizo que prontamente se lo despachara a ese destino. Rogos, súplicas y oración, no lograron que los obispos cambiaran de opinión así que allí llegó, sin imaginarse lo escondido, olvidado y salvaje que era Xapuri.
Enrique, aunque agradecido por los años de educación y las oportunidades que los Jesuitas le habían dado a lo largo de los años, no podía negar que la vocación religiosa era en su caso inexistente y ahora , atrapado en el medio de la jungla brasilera, sabía que nunca lograría su objetivo, por lo que dedicó los próximos años a resentir su vida.



Cumplió con sus obligaciones eclesiásticas y mantuvo la cabeza baja durante más de una oportunidad pero tenía un demonio interior que lo torturaba y al que apenas podia controlar. En noches de descontrol espiritual, se escaparía al poblado más cercano, se emborracharía con la grapa local y buscaría desesperadamente a Irasema, quien lo entendía sin cuestionamientos y compartía su cama y su lujuria en silencio. Irasema sabía quién era Enrique pero desconocía la culpa inculcada por el catolicismo y sólo sabía disfrutar de los placeres carnales libre y obsenamente, lo que maravillaba a Enrique.



Enrique sabía de las minas ilegales de Madre de Dios y era ese conocimiento y el descubrimiento de varios artefactos pre Colombinos que los niños excavaban sin conocer su incalculable valor que le dieron un nuevo motivo para vivir. Cada nuevo descubrimiento, por pequeño que fuera, provocaba en Enrique una explosión de adrenalina que sólo desaparecía cuando lograba ubicar el artefacto en el período histórico correcto, catalogarlo, preparar un corto documento y ubicarlo en un lugar luminoso para su gozo personal y espiritual. Después de tantos años en la jungla, Enrique poseía una colección digna de un museo. Estos objetos eran su única obsesión y la razón por la que nunca se escapó de ese infierno de olvido e insectos .
Ninguno de sus superiores conocía la extensión de esta colección y no tomaban en serio su interés ya que lo consideraban solamente un pasatiempo inofensivo.
Muchas de las piezas que Enrique había encontrado eran de alto contenido sexual por lo que sabía que si llegaban a ciertas manos, serían destruídas inmediatamente., por lo que mantenía esos artefactos en una habitación separada a la que sólo se podía acceder por una pequeña puerta escondida. Para los pocos afortunados que llegaron a ver este cuarto, se podría decir era el Kamasutra center de la Puna Peruana.
Irasema era su cómplice de día y de noche. Muy pequeña de estatura y con largos cabellos negros azabache, aunque tenía mas de 20 años parecía apenas una niña. Irasema siempre tenía una sonrisa en sus labios. Todos en el asentamiento sabían era la querida del padrecito aunque Enrique estaba convencido su relación era extremadamente secreta. Irasema era totalmente deshinibida y se paseaba semi desnuda por el asentamiento moviendo sus caderas insinuantemente cosa que volvía loco a Enrique quien agradecía diariamente a la gigantesca sotana que le permitía esconder sus sacrilegos pensamientos.
Enrique dirigía secretamente un grupo de expedicionarios ilegales que trabajaban durante la noche, cuando los garimperos se iban a dormir y se apropiaban de los objetos que los mineron descartaban ya que no poseían oro y a sus ojos inexpertos carecían de valor. El grupo de arriesgados expedicionarios estaba compuesto por Joaquín, Roberto, Umberto y Rolando. Los cuatro trabajaban como jardineros en el convento durante el día y aunque pretendían no entender el valor de las piezas, sabían que podrían convertirlos en hombres muy ricos pero si por alguna razón caian en manos de gente como el Corto, todo el asentamiento desaparecería en cuestión de minutos.
Enrique, en su ciega ambición, no se daba cuenta del riesgo que corrían cada noche, pero en lo único que podía pensar era en los tesoros que llegarían a la madrugada.



El Corto
Luis Pérez Romero había nacido en Chinchero, cerca de Cusco y habia sido prontamente abandonado en la parroquia de la Virgen de Montserrat, bajo la ventana de la sacristía.
Lucero había dado a luz a escondidas de sus padres con la ayuda de su Nana en un rincón apartado de la finca. Lucero era la hija única de Carmen Moreno Santilla y Don Tiberio López Rincón. Don Tiberio era un prominente y erudito catedrático con un gran conocimiento de la cultura Incaica. Chinchero era el lugar perfecto donde concentrar sus investigaciones ya que las ruinas proveían diariamente nuevos objetos para sus estudios, lo que lo mantenía siempre ocupado con sus investigaciones. Don Tiberio era un hombre manso, de gran convicción y tenacidad. Se pasaba la mayoría de su día encerrado en su estudio y cubierto de polvo y reliquias a las que preservaba cuidadosamente y devolvía al museo de Cusco una vez catalogadas. Doña Carmen era alta y esbelta, se movía ondulosamente por su casa y los peones no podian escapar al encanto de su permanente sonrisa. Jamás se la vería a Doña Carmen enojada o de mal genio. Sin embargo, en los momentos íntimos, a altas horas de la madrugada durante las noches de luna llena, Doña Carmen se transformaba en un ser malicioso y lleno de envidia que repetía versículos de la Biblia de memoria. Don Tiberio había desarrollado un sistema sumamente efectivo de escapatoria en el que su estudio se convertía en su guarida hasta que los ataques tormentosos de rabia desaparecían y su rostro desencajado volvia a la normalidad. Don Tiberio estaba convencido que estas conversiones eran cosecuencia de una maldición de la Pacha Mama a la familia de Doña Carmen, que habia enriquecido arrebatando campos a los aborígenes durante décadas. Nadie jamás habia presenciado uno de estos episodios, solamente Don Tiberio había sido lo suficientemente desafortunado y apenas podia recordarlos sin sufrir un ataque de nervios.



Lucero había sido criada como la rica hija única, sin derecho a nada pero aparentando tener derecho a todo siempre y cuando lograra encontrar a un candidato aceptable a los ojos de sus padres, cosa que hasta ahora había resultado casi imposible. Lucero habia sido una hija muy obediente y sumisa, obediente a la estricta educación católica de sus padres, los que estaban orgullosos de la niña y de sus progresos.



Nana había criado a Lucerito desde su nacimiento y la quería más que a sus propios hijos. Nana era vieja y casi ciega, jamás había ido a la escuela y no podía leer ni escribir pero poseía la sabiduría de la vida y de los años. Nana sólo conocía el trabajo duro y sin ninguna gratificación pero ver crecer a Lucero y convertirse en una hermosa señorita le había hecho olvidar de los abusos de la vida de sirvienta y de la torturada Dona Carmen, víctima de su hechizo más exitoso.



Lucero recitaba aburridamente de memoria los pasajes de su Biblia selectos por el padre Mario y rezaba su rosario todas las mañanas con su madre como también era costumbre en esos dias.
Durante la noche, sin embargo, Lucero se preparaba para los rituales que Nana le había enseñado por tantos años a escondidas. Lucero también se transformaba una vez que el sol se ocultaba: Nana había sido superada por su discípula y nada le producía mayor satisfacción. Juntas se encargaban de ayudar a todos aquellos en necesidad de una plegaria cuando los Ave María ya no daban resultado.
La población de Chinchero era mayormente trabajadora y se especializaban en las artesanías locales y el trabajo de la tierra. Eran feroces y fervientes creyentes de la Pacha Mama pero tenían gran respeto por la Iglesia Católica y sus enseñanzas. Después de todo la iglesia local había sido eregida sobre las ruinas del templo inca. La población de Chinchero sabía que los sacerdotes católicos eran sumamente metódicos y decididos en cuanto a su doctrina y nadie los quería contradecir por las dudas, ya que en más de una oportunidad habian sido testigos de la ira cristiana.
Durante una de las sesiones espirituales de Lucero, una de esas noches estrelladas típicas de Chinchero, se apareció un joven a requerir su intervención ante la Pacha Mama. Inka, como se llamaba, necesitaba urgente ayuda extracurricular de la Pacha Mama para evitar el embarazo de su novia Yanay. Inka y Yanay habían sido sumamente indiscretos por lo que Inka se temía la furia descontrolada del padre de Yanay terminaría con su vida. Lucero dudaba que esto ocurriera ya que sabía Yanay no estaba embarazada pero concluyó un poco más de fe a los poderes de la Pacha Mama siempre ayuda, por lo que continuó con su ceremonia sin darle ninguna explicación al hipotético padre prematuro. El Challa no funcionaría para el pedido de Inka pero siempre era bueno agradecer a la madre tierra.
Asi fué que después de varios pedidos de la misma naturaleza por parte del Inka, finalmente su novia Yanay quedo efectivamente embarazada e Inka tuvo que escaparse . Desapareció del pueblo que se concentró en la búsqueda distraidamente por unas 24 horas al cabo de las cuales ya nadie se acordaba ni Inka ni de la humillación de Yanay.
Los encantos de Inka hicieron caer a Lucero en la misma trampa y no hubo Challa que evitara lo inevitable. Cuando nació el niño, lo único que le llamó la atención a Lucero, que carecía de todo instinto maternal, fué que el bebe parecía más corto de lo normal. Nana, en su ciega sabiduría y con cargar al niño por un corto momento, sabía que la falta de altura sería compensada por una extrema crueldad por lo expeditamente comenzó las tratativas para deshacerse del recién nacido.



El Corto fue adoptado prontamente por las Hermanas del Calvario quienes debían más de un oscuro favor a la Nana. Intentaron por años encontrarle un hogar pero por alguna razón que no podían explicar, las familias inmediatamente rechazaban al niño.



El Corto creció solitaramente en el convento a pesar de la estar rodeado constantemente de monjas que se dedicaban más a la plegaria incesante y barbitúrica que a criar al niño que día a día se convertía en una amenaza.
Corto tenía una temprana obsesión con la historia y particularmente con el período de terror en el que los incas fueron despojados de sus tesoros con la forzada incursión de los españoles . Su paranoia crecía pero no su altura.
A los 16 años, se escapó del convento sin decir adiós. Nadie lo extrañó tampoco.
Cuando cumplió 18 ya tenía un pequeño ejército de ineptos bajo su comando. Se habían apropiado de los rincones más olvidados de Chinchero donde vivían de la tierra y los bienes ajenos. Se mobilizaban a paso lento y dejaban un manto de destrucción a su paso cuales conquistadores de lo ajeno. La paranoia de el Corto se agravaba con el paso de los años y la absoluta devoción de sus seguidores no ayudaban con el diagnóstico. El oro no le interesaba en lo mas mínimo pero si la ambición de controlar y tener un grupo de hombres a su mando.

El Volcanito
El Volcanito era orgulloso hijo de garimpeiros. Su madre Araceli era una professional sex worker dedicada a entretener a los mineros y su padre Brasilio era el capataz de uno de los asentamientos, un hombre que compensaba su falta de estatura con una mata de cabello de tanto volumen y cantidad que lo llamaban “la Diana Ross”. Brasilio era un capataz justo al que todos apreciaban y respetaron hasta el dia que murió aplastado por una piedra caliza no muy grande pero lo suficientemente liviana para dejarlo plano como papel de lija. Lo único que evitó desapareciera bajo el peso de la piedra fue la mata de cabello que aminoró los efectos devastadores del accidente.
Volcanito, como todo en esos lugares tan inhóspitos, nació por accidente y vivió por accidente, sobreponiendose a duras penas a las bromas, los malos tratos, la indiferencia de Araceli, quien siempre lo vio como un obstaculo a sus sueños de “pole dancer” o bailarina del “polo” como se le decía por lo que el pobre Volcanito tuvo que desarrollar una personalidad combativa que lo ayudara a sobrevivir. Creció en constante contacto con los garimpeiros y conocía a todos los grupos: los empleados de Don Ramón, o “ los diplomáticos” ya que era un grupo que se manejaba en los niveles más altos del contrabando y la explotación junto con una colección de mulas que exportaban. Los seguidores de el Padre Enrique, o “los santitos” que se apropiaban de reliquias con un sentido de obligación religiosa. “Los Indios” eran los seguidores de Iluminado quienes habían creado un templo ad hoc en el medio de la jungla y jerarquizado las estatuillas con una lista interminable de poderes que eran muy convenientes en muchos casos y sacaban de apuro a Iluminado cuando su valor como nino sabio de la tribu se depreciaba o los poderes de levitación no se encontraban al 100%.
Volcanito habia conocido a Don Tiberio a través de la Nana, quien sabía de la debilidad de Don Tiberio por Araceli y sus sinuosas caderas insinuantes. Don Tiberio visitaba a Araceli semanalmente y se habia encariñado con el niño, a quien trataba como el hijo varón que nunca había tenido.
Volcanito, desde la primera vez que vió a Don Tiberio escabullirse en el medio de la jungla con un pequeño cargamento de estatuillas rescatadas en el medio del barro en el Rio de las Piedra, jamas se le despegó y se convirtió en su mano derecha aún con su corta edad y estatura.
Volcanito comenzó colectando pequeñas cantidades de ornamentos y llevándoselos a Don Tiberio quien, sin darse cuenta, había fundado su propio grupo de garimpeiros a los que se los conocería como “ los exhaltados” debido al carácter volcánico del pequeño líder quien habia tenido que compensar personalidad explosiva por talla chica.

La Expedición

Con un solo movimiento de brazos indicó a Rogerio y demás que saldrían prontamente a un nuevo destino. Nadie sabía que se embarcarían en “la Expedición “ (como se conocería más adelante) más grande de sus vidas .
Rogerio desconocía los planes de el Corto pero había aprendido a no preguntar demasiado ya que después de su captura a manos de sus hombres ( o “los expedicionistas” como se llamaban a si mismos, indiferentes a los errores gramaticales), fue llevado a la tienda principal donde no sólo llego a conocer al visionario sino que pudo compartir sus conocimientos del área y los beneficios de deshacerse del control monopólico de los garimperos a manos de su odiado padre.
El Corto agarró el machete más largo y desproporcionadamente grande de su colección, a Iluminado y comenzó la caminata.
Los indios Harakmbut los encontraron al segundo día. Los indios reaccionaron con confusión y relativa curiosidad. El aparente jefe de la tribu miró escrupulosamente al grupo y dio su media vuelta, no sin antes tomar a Iluminado suavemente de las manos y guiarlo lentamente fuera de la vista de todos.
El Corto utilizó a Rogerio como jefe de relaciones públicas muy a pesar de su presencia escalofriante pero algo debe haberse confundido en las traducción porque al final del primer dia tuvieron que salir corriendo perseguidos por flechas y demás implementos con un indiscutible sello de producción local igualmente letales. Iluminado nunca había visto semejante despliegue de armas “made in Chichaco”.
El machete del Corto se perdió en la corredera, junto con Iluminado, que fue adoptado por los aborígenes.
Iluminado, al margen de toda participación en los incidentes, se dedicó a estudiar las maravillosas estatuillas que llenaban las tiendas. Aunque no conocía el valor que tenían, pudo darse cuenta que eran parecidas a las que poseía el Padre Enrique y a las que siempre habia admirado sin ni siquiera imaginarse lo valiosas que eran.

Una sola mirada al jefe de la tribu había sido suficiente: Iluminado fue convertido instantáneamente en uno de los niños sabios de la tribu y cuidado en extremo por los mayores. Iluminado no necesitaba decir nada, los Harakmbut sabían apreciar los poderes visionarios de Iluminado quien quedó protegido y escondido hasta que el caos y los gritos terminaron.
En su posición de poder en la tribu y confidente del gran jefe, Iluminado fue capaz de seguir coleccionando las pequeñas estatuillas que los indígenas traían de sus expediciones. Ahora sabían que el pequeño sabio las consideraba de valor y las reliquias se siguieron amontonando prolijamente.

Continuaron caminando hasta que llegaron a la boca del río y encontraron el asentamiento. Rogerio habia convencido a el Corto en seguir las coordenadas que se conocia de memoria y atacar a los trabajadores de su padre. Rogerio, en su entusiasmo, se habia olvidado de mencionar a el Volcanico y hacerle saber a el Corto que cualquier altercado con “los exhaltados” terminaría en una batalla campal pero ese mínimo detalle también era parte de su plan.

Todas las agrupaciones de garimpeiros estaban al tanto de que el Corto venía de camino ya que a pesar de sus diferencias ideológicas y fin común, se mantenían en contacto constante y operaban como un sindicato con ramificaciones de acuerdo a sus aspiraciones políticas: Cristianos Conservadores, Republicanos, Independientes y los Eco Green . Los líderes de estos grupos: El padre Enrique, Don Ramón, Don Tiberio y el jefe de la tribu Harakmbut, se mantenían al margen de los trabajos sucios de sus colaboradores pero mantenían comunicaciones constantes sobre el progreso de los enfrentamientos.

El enfrentamiento fue feroz y apocalíptico en cuanto las fuerzas de el Corto se confrontaron con el Volcanito, quien habia preparado una estrategia de ataque copiada de la jugada ganadora de los NY Giants en 1927 y destrozó a la comitiva con eficacia sajona. Rogerio y el Corto, ya sin seguidores vivos, fueron excomunicados y despatriados al cruce de la frontera con Paraguay, donde se los abandonó. Los aborigenes Paraguayos, aunque cantaban como jilgueros, no eran muy cálidos con los foraneos y tenian una reputacion de canibalismo que mantener.

El Volcanito, claro vencedor de la batalla e irreemplazable lider de los garimpeiros, se convirtió en una figura de veneración e idolatría local y años después se encontrarian pequeñas estatuillas con su imagen envueltas en el barro del Rio de las Piedras. Muchas de esas estatuillas terminaron adornando mas de un Museo Nacional mientras que las de Iluminado, tambien de produccion local, terminaron en los Souvenir stores en 5th Avenue, NYC.



Susana Sueldo
Junio 28, 2013